LA EXPERIENCIA DEL JAZZ EN LA CALLE

Por David Radosta
En general y por desconocimiento, al género musical llamado jazz se lo relaciona con una concepción elitista de la música. Se lo asocia con una seriedad, y por ende, con una falta de sensibilidad de las cuales carece absolutamente. Quizá la modernidad occidental, sobre todo en la juventud, está acostumbrada a que los músicos transmitan sensaciones a través de otro tipo de estímulos, como los visuales, y no a que todo quede en la música, en la impronta que cada músico da a su manera de componer y de tocar. En el jazz esto es lo que importa. Las sensaciones entran por los oídos.



En esta oportunidad, la gente que concurrió al anfiteatro del Parque Centenario, en el barrio porteño de Caballito, pudo ver de cerca lo que es el jazz, un lenguaje que atraviesa a todos por igual, sin importa la edad ni la realidad de cada uno. La semana del 10 al 15 de noviembre se celebró en varios espacios míticos para la cultura en la Ciudad de Buenos Aires (La Usina del arte, El bar Thelonius, El Centro Cultural Recoleta, El teatro Alvear) el Festival Internacional de Jazz edición 2015. Desde el año 2008 que la iniciativa tuvo la idea de acercar el jazz a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, que el festival no dejó de crecer. Cada vez más figuras prominentes de la escena del jazz internacional dieron el presente en el festival, junto a los artistas nacionales más destacados. Este año el cierre estuvo a cargo de Brandford Marsallis, quien integro los grupos de Art Blackey, John Coltrane y Miles Davis.
La primera mala noticia del miércoles 11, el Pipi Piazzolla Trío, integrado por Daniel Piazzolla en batería, Lucio Balduini en guitarra y Damian Fogiel en saxo, no se presentó por que uno de los músicos tuvo un percance. Pero la música no para. Lo que siguió fue la propuesta de la pianista y compositora Nora Sarmoria. En esta oportunidad, además de tocar temas originales, hicieron una selección de canciones del mítico Thelonius Monk, pero versionadas a ritmos latinos. Resultó raro escuchar Well you needn´t con un tono de cumbia, pero funcionó fenomenalmente, y la incorporación de una cantante (Victoria Sotales) le dio un tono aún más latino.
El grupo Fernández 4 liderado por Cirilo Fernández también aportó lo suyo. Alejados del jazz clásico, el grupo interpretó canciones propias con una influencia que roza entre el jazz y el rock. Grupos como este son los que ayudan a acercar aún más a la gente al jazz. Los músicos Cirilo Fernández y Nicolas Sorín, cantante también del grupo de rock Octafonic, tienen fuertes influencias jazzeras, pero no dejan de lado las raíces de otros géneros. “Hack or Shack” o “No Fear” (canción que da nombre a su último disco) dejan ver que Berklee no fue en vano. “De pibes escuchábamos rock, somos honestos con lo que nos gusta escuchar e intentamos encontrarle la vuelta a lo que hacemos para que eso se vea” dice Cirilo Fernández antes de dejar el anfiteatro.
Si el jazz requiere de algo para la formación de los músicos, esto son las jams. Es importante escuchar shows musicales, pero subir a tocar con personas más curtidas es clave para cualquier músico. Lo fue para Miles, para Charlie Parker, y lo será para quien venga. Al final del día se realizó una jam abierta, como es costumbre todos los años en el festival, dirigida por el trompetista Marcelo Rodríguez, mejor conocido como Gillespie.


Los músicos del público pudieron acercarse y tocar junto a él temas de jazz clásico, como Cantalupe Island, Autumn Leaves, Equinox, All of Me, etc. Cantantes, saxofonistas, bateristas, bajistas y demás se animaron a la propuesta y subieron a interpretar sus instrumentos. Las luces del escenario iluminaron la noche porteña mientras los reflectores apuntaban a quien soleaba en cada sección rítmica. El jazz es también un lenguaje universal, y esto se notó cuando subió un bajista francés. Ni una palabra de castellano, solo entendió el nombre del tema, pero a la hora de tocar, hablaron todos le mismo idioma.
Y el público también habló ese idioma, el jazz anduvo por la calle para todos. Familias, gente joven, niños y gente mayor pudieron disfrutar del espectáculo. Una de las fotógrafas del evento permanecía sentada, disfrutando del show, hasta que salió del trance en el que la música la retenía: “Uh, ¡las fotos!” y volvió a lo suyo. Este efecto tiene le jazz. El mismo Count Basie decía: “Si tocas una melodía de jazz y nadie mueve al menos los pies, no la toques más”. Pero en el anfiteatro del parque Centenario los pies de todos se mueven. También los hombros, las cabezas y el cuerpo.